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SAN MARTIN(T) 3 INDEPENDIENTE 0

LA HISTORIA A LOS CANÍOS
Independiente puso a Bochini y Erico, pero un chileno lo humilló con tres golazos. Y encima llega Racing...
En el arco, Santoro. La línea de fondo: Clausen, Villaverde, Trossero y Pavoni. En el medio, guapo, guerrero y solo, Pastoriza, quien a la derecha goza con el vuelo de Burruchaga, y a la izquierda, con el de Bertoni. Y lo de arriba, bueno, lo de arriba directamente es un afano, suspendanló: Bochini, Agüero y Erico. Esos recuerdos, esos apellidos, hubieran necesitado Independiente para volver a ser Independiente, de una buena vez, y que el Santo tucumano no lo humillara como, vergonzosa costumbre, ya lo han humillado tantos. Independiente jugó anoche como si tuviera a Bertoni, pero el Bertoni de hoy, con sus kilos y sus nietos de hoy.
A los diez minutos, diez minutos nada más, Mancuello y Fredes ya habían regalado dos pelotas que Cantero y Canío aprovecharon, sorprendidos y apurados, pegándole por arriba del travesaño. Repetimos: diez minutos. Y tampoco es que San Martín fuera una máquina fatal: el equipo de Roldán se movía en bloque, todos juntos, con La Paglia ofreciéndose y abriendo la cancha con Quinteros o Leone, descansando en la movilidad de Ibáñez, buscando los huecos que ya iban a venir. Pases cortos, veloces triangulaciones (Mareque peleaba solo ante Quinteros que subía, el Leche que conducía e Ibáñez que recibía), hambre, actitud, condiciones que no deberían asombrar pero que ante Independiente se potencian como si estuviéramos viendo al Barcelona.
Inmediatamente después del 0-0 ante Vélez en el debut, Santoro, Montenegro y Assmann dijeron que se había jugado bien, que el resultado había sido positivo, que el rival sería candidato y entonces era bueno no perder (de local), palabras que están demasiado lejos de lo que un grande debe pretender. Independiente juega cada partido como si fuera una continuidad del anterior, y la sensación es que jamás generará una chance limpia de gol. Se nota que Mancuello sabe lo que es dársela a un compañero, pero Higuaín se le acerca poco y el Rolfi entiende que la única ruta es pegarle desde afuera (Gutiérrez le abortó dos derechazos). Del otro lado, en tanto, Moreira no pasa la mitad, y Fredes, quien tampoco llega nunca al fondo, la única vez que lo hizo se la bajó bien al Pipita, que lo pegó cruzado y con menos fuerza que la oposición nacional. Para entenderlo mejor: las más claras del Rojo fueron un penal que ni le acertó al arco y un bombazo de zurda de Rodríguez (ejemplo de rebeldía pero de desorden también, porque la jugada no nació de un tiro libre o córner) que tapó bárbaro la Anguila.
Y el equipo de Roldán, con su paciencia inusual, se aprovechó de todo eso y de los donativos metros que había entre Vittor y el fondo. El 1-0 fue denunciante: Perugini (entró por Quinteros: gran acierto del DT) metió un pase de 25 metros y Canío la puso en un ángulo. Una jugada así tuvo Independiente nueve minutos después, pero Gutiérrez desactivó el zurdazo de Mancuello. Hablábamos de paciencia: el 3-0, con 13 pases previos al sombrero de Canío, sentencia que en el fútbol hay que tocar, moverse, esperar, entender que la serenidad de uno es la desesperación del rival. La desesperación de Independiente, ayer otra vez, que aún tiene menos definición que la inauguración de su estadio. Y ni digamos, mejor, que se viene Racing.


SAN LORENZO 1 GODOY CRUZ 2

LA VIDA ES UNA TOMBA
Cuando menos te lo esperás... Godoy Cruz hasta bailó al San Lorenzo sensación, le sacó puntos por primera vez e inesperadamente expuso su lado B. Y sin suerte.
La vida es una tómbola. O una Tomba, en realidad. Al menos así le quedo claro ayer a San Lorenzo. El San Lorenzo sensación, el equipo de moda, el único que mueve el mercado de pases pese a la crisis financiera mundial, al que todo el mundillo del balompié lo cataloga como el dueño del mejor plantel, pues, al que la rotación por Copa (al menos desde el vamos) lo tiene sin cuidado... Porque si no juega Solari entra el Papu Gómez, porque si descansa Adrián González reaparece Méndez, porque si Bergessio está suspendido juega el pibe Chávez, porque si no funcan Ledesma o Torres salta al campo Santana, y así. Todo, para colmo de buenas, bajo un contexto ganador, triunfo ante Tigre en el debut casero, goleada a San Luis por la Libertadores, y un rival enfrente con el que nunca en la historia se había perdido siquiera un puntito en cinco enfrentamientos... ¡Y jugando en el Nuevo Gasómetro! Y es una tarde de sol, no te la vas a perder, claro, pero... Pero, se decía líneas más arriba, la vida es una Tomba. Y más si te topás con una tromba. Y cuando menos te lo imaginás/esperás, zas, ahí nomás retumba la advertencia de Jonathan Santana a Olé en la previa, esa que sonaba bien seria: "Ojo, en el fútbol argentino te gana cualquiera". Clarito lo dejó ayer Godoy Cruz, que siempre superó al Ciclón (brisa, en este caso) y, de a ratos, incluso lo bailó. Hasta dejarlo sin nada, boqueando, perdido en la cancha, en su impotencia, en ese lado B tan expuesto, dejando una imagen pobretona que se encargó de acrecentar el contraste observado desde el minuto uno en el Bajo Flores. Los únicos que zafaron en San Lorenzo fueron Orión, bien en varios mano a mano, y Méndez, patrón en la adversidad, aunque, claro, no se puede depender de un central. No al menos el plagado de figuras equipo de Russo. Ni siquiera de un zaguero como Aguirre y su flor de macana: inaceptable doble falta innecesaria en sólo un par de minutos para dejar con diez a Boedo y exponer más aún la supremacía de los mendocinos (con la ayudita del entrenador local, también, que pifió el cambio, al sacar al mejor de sus hombres). Mendocinos que, para colmo, no la tuvieron nada fácil. Porque debieron lidiar con un blooper interno desde el vestuario: siesta a la altura del área chica tras un bochazo impreciso, Barrientos que la pellizca ante la salida de Carranza, quien desvía, pero Vallés termina de despejar embocando la pelota en la cara del arquero, y de ahí a la red. Un 0-1 mañanero y fatal que, sin embargo, nunca intimidó, más bien fortaleció. San Lorenzo, en cambio, no aprovechó el canapé, se relajó más de lo relajado que iba a mostrarse de todas maneras, pero Godoy Cruz no sólo se repuso sino que demostró a lo largo del encuentro que la única manera potable de que su rival lo embocara iba a ser, justamente, de esa manera, desde un furcio propio, protagonizado por el mismo arquero que en el último minuto se rió del empate propuesto por Alejandro Gómez. Guiño de la justicia, más allá de la buena fortuna. Porque los players de Russo, a contramano de lo mostrado hasta aquí en la temporada, hicieron glup en el mar de fútbol que convidaron Encina, Figueroa, Caruso, Borghello y compañía. El fútbol que ayer todos esperaban ver nacer de camisetas más bien azulgranas. Pero la vida, quedó demostrado, es una verdadera Tomba...


GIMNASIA LP 3 LANUS 2

LE SOBRÓ GIMNASIA
El Lobo fue pura actitud para frenar a Lanús y le ganó corriendo. Lo ayudó la suerte, los fallos arbitrales y el calor que derritió a un rival que jugó la Copa.
Una bomba anímica. Eso es lo primero que logró Gimnasia con el triunfo. Que encima, como en las apuestas del hipódromo, valía más al ser combinada con otros resultados: caídas de Central y Racing. Lástima que no fue completo y volvió al descenso directo por culpa del inesperado triunfo de Godoy Cruz. Al Lobo le sobró sudor y le faltó brillo, es cierto. Si hasta algunos de sus jugadores reconocieron que algo de suerte hubo. Pero lo que el hincha tripero puede dar por seguro es que después de la flojera de la primera fecha en Rosario, sus jugadores apretaron los dientes durante los 90 minutos.
Vaya si le costó encontrar el partido a Gimnasia. No habían pasado dos minutos cuando Pepe Sand mandó a guardar la jugada inicial de Lanús ante la primera falla de unas cuantas que tuvo el fondo tripero. Sin embargo, con garra se fue para adelante y enseguida empató en una jugada especial: Rinaudo encontró un rebote fuera del área y pateó bajo. Bossio, algo tapado, pensó que la bola iba afuera, pero no contaba con un ligero desvío de Sosa (en offside) que cambió la trayectoria. Así y todo, con el 1-1 sobrevino el peor momento para el equipo de Madelón. Enchufados, Ramírez y Blanco eran el arma preferida del Granate para atacar con la fórmula de volcar el juego por un costado y meter un golpe de timón. Sand no pudo con el segundo y a Cano le pararon el ataque cuando estaba listo para convertir en un offside inexistente. El equipo de Zubeldía sacaba su chapa y se mostraba más práctico y veloz.
En cambio, el Lobo tenía problemas para llevar la pelota. Impreciso Piatti, desdoblado y desbordado Romero, intermitente Messera, sólo quedaba el conmovedor esfuerzo de Sosa para tratar de aguantar en inferioridad numérica. Para llegar, necesitaba un error o un gran acierto. Y las dos cosas se combinaron a los 28, cuando Nico Ramírez no pudo parar una pelota en la mitad de la cancha y Chirola Romero se escapó por primera vez. La ejecución perfecta se clavó contra el palo y el Lobo estaba arriba en el resultado. En Lanús se miraban incrédulos, les tocaba el turno de remar. Encontraron otra falla defensiva y Viera puso el 2-2. El final del frenético primer tiempo le dio una buena noticia a Madelón. El chubasco mayor había pasado y sus muchachos estaban en el partido.
La tórrida tarde ayudó a derretir a Lanús. Si bien Zubeldía apeló a la rotación de algunos futbolistas, el desgaste hecho para remontar a Chivas (de tarde) jugó un papel de valor. Pero no fue lo único. Gimnasia se acomodó algo mejor atrás, donde no sobraron sutilezas para rechazar, pero se corrigieron algunas goteras. La entrada de Cuevas le dio frescura. El petiso se paró a la espalda de Ramírez y Ledesma ya no tuvo callejón para viajar. Madelón dibujó un 4-4-2 más definido y a la visita se le cortó el chorro. Entonces el partido fue parejo y bastante más aburrido que en la etapa inicial. Pero a esta altura de la temporada, el Lobo no está para el ballet sino para los negocios. Y en una pelota parada el anticipo de Maldonado le dio un triunfo que en junio puede valer oro.


CENTRAL 1 RIVER 2

EL MÁS GORDO, LEJOS
Fabbiani alimenta el mito: en 33' se comió la cancha, sacó a sus rivales y River ganó con un bombazo suyo. El Ogro fue el héroe de un día de película en Rosario.
Está tocado. Por alguna varita mágica, por el destino, por la balanza, por la pasión de vestir la camiseta que ama, por todo junto o por quién sabe qué. Pero el tipo, a los 25 años, se plantó y amagó con largar todo si no le cumplían el deseo de jugar con la Banda cruzándole el pecho. Idolo sin siquiera haber pisado el Monumental, un poco más endiosado cada vez que entra a la cancha. Y River, cuyo slogan de "el más grande, lejos" terminó enchastrado después del histórico último puesto en el Apertura, ahora sonríe, y sueña, y se contagia de una catarata de energía positiva que viene en envase extra large.
Y para agregarle más color a su biografía, Cristian Fabbiani convierte su primer gol justamente frente a Central. Y en Rosario. En un contexto especial. Con algunos hinchas locales silbándolo y otros, la mayoría, aplaudiéndolo irónicamente. Con todos dedicándole gestos de qué-gordo-que-estás. En definitiva, no hacen más que engordar la actuación del delantero. Porque es Fabbiani el que cambia el partido. Es Fabbiani el que lo gana. Es Fabbiani el que lee ese trapo colgado en la popular de Central que le dice "vos no estás gordo: Newell's es chico". Y es Fabbiani, 102 kilos según la balanza del club, el que festeja su gol "rascándose la lepra" y se lo dedica "a los hinchas de Newell's y de River".
Todo ese torbellino que se anunciaba con su contratación se empezó a cristalizar con una rapidez inversamente proporcional al tiempo que demoró su llegada a Núñez, entre charlas, ofertas, contraofertas y plantones a Newell's, a Vélez. Ya había resultado determinante el jueves, en el debut en la Copa Libertadores frente a Nacional de Paraguay, al bajar la pelota (si no fue mano, ¿la habrá dormido con la manota de Shrek?). Y ayer por la tarde se hizo notar de arranque nomás, más allá de la mímica que le devolvía a la platea, como explicando que no llegaba a escuchar el coro de insultos. De hecho, ingresó a los 12 minutos del segundo tiempo y ni siquiera había tocado la pelota cuando empezó a sacar del partido (y de quicio) a sus rivales: se paró frente a Broun y no dejó que iniciara rápido un contraataque, lo que originó un "dale, boludo" del arquero de Central. El Ogro pisó la pelota un par de veces y metió un gol made in esos nueve de potrero, grandotes, que le pegan al arco desde cualquier lado: dos pasos de carrera y bombazo que Broun, mal parado y algo tapado, no llegó a detener sobre su palo derecho. Luego se le plantó a Jesús Méndez cuando el volante de Central le fue a protestar un fallo a Baldassi. Escobar le entró muy fuerte justo enfrente del banco de suplentes de River y se armó un revoltijo que tuvo un claro ganador. Fabbiani, claro...
Referente para los hinchas, para sus compañeros que lo elogian a cada rato, para el cuerpo técnico, para los dirigentes, para los rivales. Abelairas se le trepa a caballito tras el pitazo final, el que sentencia el primer triunfo de River en el campeonato. Galmarini abraza a su compañero de habitación en la concentración, Cabral lo busca para festejar y todos lo encuentran sonriente, gordo de felicidad. A esta altura, queda en anécdota que la AFA no le haya permitido utilizar el 99 en su camiseta. Es el 9 de River. Y vale doble.


ARSENAL 2 TIGRE 0

EL APROVECHADOR
Arsenal no venía haciendo méritos para ganar pero tiene a Leguizamón, quien en dos jugadas resolvió el partido a su favor y dejó bajoneado a Tigre: 0 de 6 puntos.
Cuando a los siete minutos Lazzaro tuvo en sus pies el gol de Tigre y lo desperdició increíblemente, algo empezó a cambiar. Resultó todo un presagio de lo que sería el partido. Es imposible saber qué habría pasado si el equipo de Cagna encontraba la ventaja en ese momento, pero sí es posible imaginar que muchas cosas se le hubiesen simplificado. Por lo pronto, cuando Pellerano metió ese muy buen pase profundo a Leguizamón, quien definió por encima de Islas con una sutileza, ese gol, en vez del 1-0, bien pudo haber sido el 1-1. Y en vez de desplomarse como lo hizo con una derrota parcial que sintió no merecer, quizá se hubiese mantenido un poco más entero y en pie. Pero Tigre, que hacía mejor las cosas y arrimaba mejor, se desfiguró con la desventaja y dejó que Arsenal -apenas había tenido como chance un imperfecto cabezazo de Matos, quien no conectó bien la pelota- se adueñara de todo.
Y, encima, además de la contundencia mostrada, el cuadro de Garnero fue sumamente oportunista, porque si ya Tigre estaba golpeado con el 0-1, cualquier intento de repunte en el entretiempo, de reencuentro con el ánimo perdido, se hizo humo con el golazo de tiro libre que metió Luciano Leguizamón. Ahí el equipo de Victoria es como que tiró la toalla, guardó los libros de la pulcritud y se fue para adelante tanteando, sin ver demasiado bien. Lógico, con ese (poco) criterio, era muy difícil esperar una reacción acorde a las necesidades del partido. Y Arsenal, que finalmente ganó bien, pudo haber destacado algún que otro gol más.
Pero, en cierto modo, fue en su cuota justa. Porque este equipo tiene pinta de lo que fue, justamente, en este partido. Viveza para aprovechar cualquier defecto del otro, oportunismo, sin que le sobre nada, sin sobrar a nadie, pero con una funcionalidad interesante. Con buenos movimientos desde el medio y, al menos en estas dos fechas, encontrando las figuras en los dos extremos: Campestrini por un lado (gran nivel al igual que la semana pasada) y Leguizamón del otro, quien ayer sumó su tercer gol en el torneo, de los cuatro goles que tiene su equipo.
Tigre todavía no logra la sintonía ideal para parecerse al del año pasado. Llega, avanza, parece que va a reventar a pelotazos al rival, pero la pelota no entra como quizá si pasaba en otros momentos (con el agregado de infortunio, en este caso, de que la pelota sí se mete en el arco propio). Y este Arsenal modelo 09 se muestra como el opuesto: cuando tiene una chance, no parece dispuesto a perdonar.


BANFIELD 1 ESTUDIANTES 0

TE DIBUJO UNA ILUSIÓN
Con tres en el fondo y Bertolo y Erviti de doble enganche, un Banfield remixado jugó bárbaro pero falló en la red. Tiene magia, pero lo salvaron Nasuti y Lucchetti.
Las películas nos han enseñado, plagiándose densamente entre sí, el repetido destino de un extorsionador: la muerte. Apenas iluminado en un cuarto oscuro, el extorsionador le pega a su víctima, se le ríe al verla atada, la tajea con un cuchillo que jamás será mortal. En algunos casos, encima, hasta le cuenta su plan. El extorsionador se siente un dios, un rey, como Banfield ayer, pero el balazo no llega nunca. Sangrientos amagos, sufrimiento, pero la víctima, al fin, sigue viva. Y aunque Estudiantes no haya podido escaparse en el Sur, Banfield lo dejó respirando de más, gozando, enamorado, de su poder. Nuestros aplausos para el remixado equipo de Burruchaga, hermoso el juego que nos dio, pero que alguien anote: demasiada misericordia, demasiado perdón.
Banfield fue otro y fue, a la vez, el mismo del 08: con un esquema nuevo (tres atrás, tres en el medio y Bertolo y Erviti, libres, de doble enganche), volvió a sufrir ante la red. En el ganador no hubo un orden conocido, fácil de ver. Erviti arrancó por la derecha, tocando corto, de primera, a Bertolo o a Pio, a quienes siempre tenía ahí (Iberbia y Díaz nunca entendieron cómo había tantos rivales en su sector), y al minuto ya estaba en la izquierda. Bustos achicaba bien, Bustamante y Pio se cerraban para ayudarlo, Bertolo y Erviti volvían con velocidad, y cuando la pelota salía rápida Alayes y Desábato tenían que alejarse demasiado por un Fernández insoportable, inquieto, letal. Irreconocible Estudiantes, para colmo, sólo buscando con centros, sufriendo el toque, la presión. El gol, injustamente único gol, nació de un robo de Bertolo a Matías Sánchez, la pared con el uruguayo y su derechazo cruzado, goleador.
Hace casi un torneo, por la tercera fecha, Banfield le ganaba 2-1 al River campeón de Simeone jugando como lo hizo ayer. Entonces tentaba escribir que tenía gruesos puños para pelear, lo mismo que hoy, pero el torneo siguió y Banfield fue lo que fue: una lágrima. Ahora parece, al menos, que a la defensa se la verá más segura, más blindada, y que acaso Silva (erró un mano a mano y fue demasiado generoso en otros dos) ya no aplauda y que prometa, en serio, que los goles van a venir. Que no siempre debe buscarse el grito inmortal. Que no siempre Lucchetti tendrá la doble atajada del final. Que Banfield alguna vez tendrá que disparar, a sangre fría, sin preguntar.


VELEZ 1 ARGENTINOS 1

LA PISTOLA DESNUDA
Nanni, el ingresado Pistolero, le dio el 1-1 a Vélez recién en el minuto 94. El Fortín es candidato de refuerzos fuertes y pólvora mojada. El Bicho le corrió el maquillaje.
Fácil caer en la figura del Pistolero, en la tanguera metáfora del tiro del final, en los lugares comunes que pintan un gol en la hora y con implicancias para el resultado. Más fácil resulta todavía cuando quien quema los papeles es el gigante (y cargoseado) Roberto Antonio Nanni y el merecido 1-1 de Vélez cae en el minuto 94. Hasta ahí Argentinos aguantó el triunfo. Con un Ortigoza todoterreno que fue volante central, enganche y goleador (de penal) en un Bichito versión Claudio Vivas que sigue llenando sus calzones de clorofila de tanto rasparse contra el pasto. En su espíritu de Ascenso (y en ascenso) parece basarse el post Carusismo (con muy leves toquecitos de Gorosito). Pero ya no alcanza. Ese 3-5-2 archiflexible que planta la vieja mano derecha de Bielsa sólo basta para recuperar la bola y eclipsar a las onerosas estrellas del rival. Recién se suelta cuando Peñalba se libera, Hauche pica al vacío, y Montoya comete el infantilismo de tocar abajo al rapidito en una de esas jugadas donde el arquero tiene todas las de perder. Por eso, caía Vélez a los 33'. Y por su flaca ofensiva. Sin pólvora. A puro centro (una decena) para López.
Primero Gareca sacrificó a Ocampo. El doble enlace con Maxi Moralez no funciona. Encima el Enano se emperró en jugársela en el uno contra uno contra medio Paternal. Argentinos jugaba al límite y Brazenas era algo permisivo (les cobró 12 foules). Entró Cristaldo, recién llegado del fracaso venezolano, con una lección aprendida: botines no carnavaleros y cambiar firulete por peligro. Así Torrico, de a poco, comenzaba a ser figura. Como Sebastián Domínguez, quien abortaba contragolpes ajenos y se mandaba al ataque. Al Fortín le faltaba un tipo con personalidad entre tanto piberío. Y un poco de puntería en el último arresto. Por algo llevaba 450 minutos sin meterla hasta el tiro libre de Papa (en su única intervención destacable después de enfrentar a Ribery) y el testazo que hizo feliz al Tigre. Tanto como la presentación de Larrivey, quien ya se relamía en un palco como el millar de hinchas de Argentinos que pensaba embanderar Juan B. Justo a la salida. Sí, juegan bien (no tan lindo) pero sólo suman un punto. ¿Vélez? Ni una cosa ni la otra, aunque exhibe un plantel que da para más que dos pobres empates. Ayer lo salvó un Pistolero. Pero esa pistola, lejos de la comedia, también desnuda otras realidades. Así como hay un dedo que apunta, hay otros tres que te pueden disparar. Nanni dio en el blanco pero el buen candidato acumula cinco partidos sin triunfos. El Bicho combativo también. ¿Entonces? ¿Así quién gana?


BOCA 0 NEWELL`S 2

¡QUÉ REGRESO!
En la tarde de la vuelta de Salcedo, NOB puso garra y fútbol, y le dio una lección al último campeón. ¿Palermo? ¿El Pato? ¿Bianchi? Perdón, ¿quiénes?
Cuando entró Palermo me peiné para salir en la película, je. Dije 'algo va a hacer éste'".
Sebastián Peratta estaba listo para ser la víctima del film, aceptaba su destino de figura secundaria porque los reflectores apuntaban para la cabeza rubia del galán de la tarde. Lo cierto es que, en una superproducción, no siempre la estrella es la que se lleva el Oscar. Nombres importantes había muchos. Pero los actores de reparto se lucieron más. En la tarde en la que regresó Martín Palermo y recibió una estruendosa ovación, en la que Roberto Abbondanzieri pisó de nuevo su arco, la misma en la que Carlos Bianchi volvía a la Bombonera no ya como un mero espectador, la tarde en la que el campeón pisó de nuevo su casa... En esa misma tarde, el retornado que más festejó fue Santiago Salcedo, figura de uno de los culebrones del verano. El paraguayo finalmente volvió a Newell's en medio de la operación Fabbiani. Y él y sus compañeros, los extras en esta reaparición con olor a Boca, se robaron el espectáculo. Peinate, Peratta, que en ésta salís...
"En la jugada del gol, de reojo vi que estaban llamando a Sasa en el banco de suplentes, je. Pero vino la jugada muy rápido, quedó ahí, pude definirla y me bancó unos minutitos más. Yo le tiré la diagonal, Formica hizo una jugada brillante, me dejó mano a mano, casi me la saca el defensor, alcancé a puntearla sobre el final y por suerte entró. Fue el primer gol, un gran desahogo que me dejó muy contento". Leandro Armani dixit.
"Te digo la verdad, vi que rebotó la pelota después de que la tuvo Sasa, le pegué y terminó adentro. Y no vi bien al gol. Cuando lo haga y analice bien, me pondré más contento. Fue una alegría enorme, convertir mi primer gol en Primera, y encima en esta cancha y al Pato, me puso muy contento". Mauricio Sperdutti dixit.
Justo ayer se les ocurrió a estos pibes hacer lío. Faltarle el respeto a Boca, al Pato, a Palermo, a Palacio, a Bianchi y al campeón. Maleducado también Formica, que metió lujos como aquéllos que merecieron una buena murra en su primera práctica con el plantel profesional cuando se le ocurrió tirarle un caño (justo) a Schiavi, según contó el mismo Flaco. Claro, aprendió a no hacerlo en casa pero sí afuera. Y se le ocurrió nada menos que en la Bombonera. "Ganamos bien, en una cancha muy difícil, jugando bien, así que estamos muy contentos", confesó el atrevido que ni 21 años tiene.
"Ahora no nos tenemos que achicar en ninguna cancha, tenemos que ser los mismos en todos lados". Al irrespetuoso de Bernardello, que no llega tampoco a los 23, se le ocurrió ser la figura. Claro, después de ganar en la Bombonera y de opacar una tarde azul y oro, cualquier otro rival les va a quedar chico...


COLON 1 GIMNASIA(J) 0

DALEY DE AFUERA
Otra vez Colón salvó la ropa con un remate de larga distancia. Esta vez fue Oyola, de tiro libre tras una falta al colombiano Daley Mena, que entró y ya enamoró.
Por ahora, no te pone un jugador cara a cara con el arquero rival ni de casualidad. El fútbol asociado, el peligro de gol en los últimos metros, sigue siendo una materia pendiente para este Colón versión 2009. Pero a falta de ello, el Sabalero encontró la fórmula para llegar igual al gol: pegarle desde afuera. Si son más de 25 metros, mejor. Más chance de embocarle a la red. Lo sufrió River la semana pasada y esta vez, cuando el equipo del Turco estaba perdido y eso que no había neblina, Loeschbor pifió en un rechazo, tuvo que hacerle foul al colombiano Mena y Matías Oyola gritó "dejámelo a mí". Lunati pintó el césped con aerosol y el volante pintó la noche con un golazo al palo más lejano de Pezzutti. Sí, igualito al que en ese mismo arco y desde idéntica posición le había convertido en el Clausura 2006... ¡a Colón jugando para el Lobo jujeño! Memoria emotiva, que le dicen.
Hasta ese instante, poco había pasado. Y si bien el empate era el resultado más lógico, el que ganaba en las tarjetas era el equipo de Labruna que discutió la posesión del balón en el medio, controló el carril izquierdo gracias a que Ricky Gómez le ganó a Chitzoff la lucha y aún sin profundidad, movió la bocha con bastante criterio. Ante eso, Colón era tibiecito. Con Acosta intermitente, Valdemarín desaparecido en acción y los volantes trabajando bien en contención pero sin aportes ofensivos, todo se reducía a las carreras de Castillo, de mucha voluntad pero más abandonado que soltero empedernido en San Valentín. De hecho, la única clara del local fue un tiro cuándo no desde afuera, del propio Castillo, mientras que el Lobo tuvo dos: un cabezazo de Desvaux y una avivada de Ferradas que le robó una bola a Oyola y su remate salió apenas desviado.
El segundo tiempo acentuó las propuestas. Gimnasia parecía que si se animaba cortaba su sequía de visitante (23 sin ganar) y se llevaba los tres puntos de Santa Fe. Pero el Turco tenía una carta y la jugó. Miró al banco, entre tanta camisetas rojo y negra sobresalía la número 16 y mandó al colombiano Daley Mena a la cancha. Iban 12 y en la primera que tocó, el morocho se sacó dos rivales de encima a puro vértigo. Y ese vértigo contagió a la gente, que empezó a alentar, y al equipo, que empezó a empujar. Cuatro minutos después, a Loeschbor no le quedó otra que parar con falta a Mena, que se iba derechito a ajusticiar a Pezzutti. La próxima, si es contra Colón, dejalo avanzar. Porque un tiro a distancia es medio gol Sabalero. Y el otro medio, lo dibujó Oyola. Quedaba media hora pero al Lobo ya se le había acabado la nafta y salvo por un par de remates desde afuera donde Pozo respondió con suficiencia, Colón no sufrió sobresaltos. Hasta lo podría haber liquidado en dos corridas de Mena que terminaron en el área chica. Error. Si pateaba 20 metros antes, seguro era gol.


RACING 1 HURACAN 4

INFLADOS
Huracán jugó 20 minutos excepcionales y redondeó un partido para la historia, en el que pulverizó a un Racing que otra vez arrancó ganando y terminó goleado.
Concepto. Una palabra, una definición, un -valga la redundancia- concepto. Ahí radicó la diferencia fundamental entre este Huracán lujoso y este Racing penoso. Un Huracán de sangre caliente para recuperar la pelota achicándole los espacios al rival y mucha cabeza fría para no torcer el rumbo prefijado ni aun sorprendido a los diez minutos del encuentro con el 0-1; un Racing tibio de cuerpo y mente, incapaz de todo salvo de mandarse macanas tras macanas y ver cómo se le escurrió de las manos (bah, en realidad fue un torrente que le venció los dedos) un partido que inesperadamente empezó ganando.
"Seguí bailando, Racing seguí bailando, seguí bailando que te vas a enloquecer...", cantaban los del Globo, agrandados como desde hacía rato no se los veía, codeándose con quien tenían al lado para recordar cuándo fue la última vez que habían podido entonar de buena gana ese cantito. Desde ayer, tiene fecha: 13 de febrero del 2009, día en que Huracán ganó, gustó y goleó, reencontrándose con su mejor historia y sus mejores sueños.
Pero de concepto se trataba esto y el equipo de Cappa supo siempre a qué quería jugar. Y se encargó de refrendarlo en cada acción, incluso desde el error y la imprecisión, que abundó en los primeros minutos. Araujo, Leandro Díaz y Toranzo no sacaban la pelota con prolijidad, Bolatti quedaba muy solo en la defensa del ancho del mediocampo y Pastore todavía estaba moviendo el dial buscando una sintonía sin interferencias. Pero todos, al menos, lo intentaban: no revoleaban la pelota, trataban de darle un destino causal y no casual, entendían que en el "ancho para ser profundo", por citar una máxima del menottismo ilustrado que Cappa promueve, podía estar el secreto del éxito. En esa exigente idea Huracán se paró y no se movió ni un milímetro, por eso mereció su recompensa que llegó mucho más rápido que lo esperado, porque al cuarto de hora del partido había empatado con un golazo de Matías De Federico, tras una jugada exquisita con varios toques y "oles". Y en los 20 minutos siguientes llenó su cofre de oro, porque el equipo fue una verdadera máquina de fútbol de altísimo vuelo y contundencia que atomizó a Racing hasta reducirlo a la mínima expresión, por exagerar un poco.
¡Qué será de ti, Academia! Con esta realidad cuesta hasta la esperanza, aunque sea lo último que se pierde. Por lo pronto, por ahora Racing pierde partidos, los dos de este Clausura y ya tiene archivados siete goles en su arco. Pero lo que es peor: no hay un atisbo de reacción. ¿Por qué? Pueden ponerse en la coctelera montones de cuestiones, como el pésimo rendimiento individual, pero la falta de concepto asoma a la cabeza. Y la sensación de que Racing no juega a nada contrasta violentamente con Lanús hace una semana y ahora con Huracán. Y seguirá contrastando en la medida que el equipo sostenga esta hibridez sustentada en escasas ideas para jugar; en una alarmante pobreza anímica y en la ausencia de audacia desde el banco. Y si encima tiene enfrente a un Huracán de fútbol, es difícil no quedar despeinado y en ridículo.